“La ansiedad se convierte en un trastorno cuando no nos deja hacer aquellas cosas que nos gusta hacer y se hace persistente en el tiempo.” Dice Miguel Ángel Fullana, psicólogo del Hospital Clinic de Barcelona. El trastorno de ansiedad bloquea a la persona que lo sufre. Le genera angustia, descontrol, pánico y un malestar físico y emocional que le impide afrontar situaciones de su vida. Con ayuda profesional, la persona puede controlar esta reacción. Incluso erradicarla.
En primer lugar, hay que partir de que la ansiedad es un mecanismo natural de defensa que tiene todo ser vivo ante situaciones de peligro. Coloca al organismo en tensión y libera adrenalina y dopamina. El cuerpo humano se pone en situación de alerta, consumiendo una cantidad de energía extraordinaria superior a la que emplea en estado normal. Tiene que ver con la lucha por la supervivencia y la protección de la integridad física. Permite al individuo afrontar la amenaza. Se dispara, como un resorte, ante la posibilidad de pérdida de un bien preciado o un ataque físico o psicológico a la persona. Los psicólogos diferencian entre dos tipos de ansiedad: la ansiedad normal o adaptativa y la ansiedad patológica.
La ansiedad adaptativa es la que podemos experimentar ante situaciones novedosas o extraordinarias, como puede ser presentarse a un examen clave en los estudios, cuando asistimos a una reunión importante de trabajo o cuando tenemos que hablar en público. Suele ser pasajera y ha colocado al cuerpo en condiciones de afrontar ese reto. El miedo escénico que sufren algunos artistas antes de subir al escenario es un ejemplo de esta reacción.
En la ansiedad patológica, la reacción del cuerpo es desproporcionada a la alerta y persiste en el tiempo. En lugar de preparar al individuo, lo anula, generando un estado de angustia desbordada. Está presente en las fobias, en el trastorno obsesivo-compulsivo, en el trastorno por estrés postraumático, en la agorafobia, en el trastorno de ansiedad social y en el trastorno de ansiedad generalizada, en la que el individuo está angustiado huyendo continuamente sin identificar con claridad el peligro. Con frecuencia, quien las sufre evita los problemas o situaciones que identifica como causa de su reacción, impidiendo enfrentarse a ellas. Con forme se va agravando, dificulta la integración del individuo en la sociedad y le produce graves daños a la salud física y mental.
Síntomas.
La ansiedad patológica suele desencadenar una serie de síntomas físicos fácilmente apreciables, sobre todo en los ataques o crisis de ansiedad, donde se manifiesta con mayor virulencia. Estos suelen ser sudoración, sequedad de la boca, mareos, temblores, cefaleas, aumento del ritmo cardiaco (palpitaciones, taquicardias), disnea, aerofagia, náuseas, vómitos, diarreas e incontinencia urinaria. Todos no se dan al mismo tiempo. En la realidad, lo que se produce es una combinación de varios de estos síntomas.
Los síntomas conductuales o emocionales son la aprensión, excesiva preocupación, sensación de agobio, inquietud, irritabilidad, desasosiego, obsesión y bloqueo psicomotor. En ocasiones puede producir episodios temporales de amnesia y un miedo irracional a perder el control y volverse loco.
Este padecimiento desarrolla, en quien lo sufre, un sistema de pensamiento que distorsiona la percepción de la realidad y la interrelación con el entorno. Esto nos indica que no es una manifestación puntual, sino que se trata de un problema de fondo. El enfermo afectado por la ansiedad patológica suele adoptar un punto de vista pesimista, focalizando la atención en los problemas, pero sin ser capaz de encontrar la solución, percibiéndolos como obstáculos insalvables. Tiene tendencia a la negatividad, apreciando solo los aspectos negativos de las cosas y obviando los positivos, como si no existieran. Tiende a la exageración, al catastrofismo y al dramatismo, adjudicándole una importancia a determinadas cuestiones que no la tienen en la realidad. Se anticipan a lo que va a suceder y a lo que piensan los demás, colocándose siempre en lo peor. Un sistema de justificación mental que le inhabilita para resolver problemas que le afectan.
Causas.
La ansiedad es un síntoma de otra complicación. No una enfermedad en sí misma. Aunque algunos psicólogos coinciden en no determinar una causa concreta, si es importante diferenciar si su origen es físico o psicológico.
Se sabe que la ansiedad puede estar relacionada con enfermedades mentales como la esquizofrenia, la bipolaridad o la depresión. Con trastornos endocrinos como el hipotiroidismo, hipertiroidismo o la psicosis postparto. En enfermedades infecciosas o sistémicas como la enfermedad celiaca, la fiebre tifoidea, la malaria o el sida, y suele estar presente en gran parte de las alergias.
El asma, el edema pulmonar, los fallos hepáticos, la diabetes y la carencia de vitaminas B2. B12 y D pueden dar lugar a crisis de ansiedad.
Trastornos metabólicos y alimenticios como la anemia o la hipoglucemia generan episodios, que están presentes también en arritmias cardiacas. Otras enfermedades neuronales como el Alzheimer, el Parkinson o la esclerosis múltiple desencadenan ataques ansiosos. Y la dependencia a sustancias tóxicas como la cocaína, la metanfetamina, la cafeína y la nicotina producen ansiedad, a distinto nivel, cuando el cuerpo se queda sin ellas.
En el terreno psicológico, haber vivido una experiencia traumática fuerte (un divorcio, un accidente, una violación, la muerte de un ser querido) puede crear un mecanismo mental de defensa que desemboca en ansiedad y cuyo objetivo es evitar que el sujeto vuelva a pasar por la misma vivencia. El nivel de alerta es tan alto, que salta ante peligros inexistentes que la persona relaciona inconscientemente con lo que le sucedió. A veces el trauma se deriva hacia otros aspectos que no están relacionados, dando lugar a fobias en apariencia incomprensibles. En su desarrollo dificulta la relación del individuo con su entorno llegando a crear un aislamiento social.
Es imprescindible analizar cada caso particular, pero con frecuencia, los psicólogos le asignan un origen multi-causal y dicen que se debe a un cúmulo de factores. Para su tratamiento se recurre a dos procedimientos que normalmente se combinan, uno farmacológico (principalmente antidepresivos y ansiolíticos) y otro de terapia psicológica, para que el paciente pueda controlar y superar la ansiedad.
Un enfoque revolucionario.
Para los psicólogos de Gestalt Psi Barcelona, el estrés y la ansiedad vienen de la forma en que pensamos, aunque no seamos conscientes de ello. Es decir, las causas son internas, no externas. Por tanto, lo que hay que hacer es ser conscientes de quienes somos, cómo pensamos y cómo nos relacionamos con el entorno. No se trata de adquirir habilidades ni trucos de conducta para evitar situaciones de ansiedad, sino de gestionar nuestros pensamientos de manera diferente para propiciar un cambio duradero en el tiempo.
Arrancando del psicoanálisis de Freud, la escuela de la Gestalt cambió el punto de vista de la psicología a mediados del siglo XX. Según ellos, los problemas psicológicos de las personas no tenían una base genética, ni eran producto de la sociedad, no estaban atados de pies y manos. Las personas son sujetos activos que interrelacionan con el medio, de cómo lo perciben y actúan con el entorno, provienen sus actos y pensamientos. El individuo debe tomar conciencia de quién es y cómo piensa, sin atender a lo que podía haber hecho o podía haber dejado de hacer, sin dejarse determinar por condicionamientos sociales. La conciencia guía los actos.
Desde este planteamiento, lo que debe propiciar la terapia es un proceso de autoconocimiento del individuo que le sirva de base para afrontar sus problemas. Más que deshacernos de pensamientos o sentimientos desagradables, hay que reconocerlos y aceptarlos, y cambiar la forma en la que nos relacionamos con nuestras experiencias, sin ser críticos con nosotros mismos, ni con lo que nos rodea. Aprendiendo a vivir el presente y apreciar la vida tal y como es.
Para la psicología Gestalt la angustia es la brecha entre el presente y lo que vendrá después. El cuerpo nos está dando un aviso de que hay un problema. Más que pensar en las consecuencias, hay que detectar el origen de ese nerviosismo y ocuparnos de ello, o de que lo concebimos.
En la terapia Gestalt el individuo debe conocer cómo piensa. Debe aceptar sus emociones y darles espacio. Aprender a ser tolerante consigo mismo y con lo que le rodea. Tomar conciencia de la ansiedad que está viviendo y de por qué se produce. Comprender las necesidades que tiene y atenderlas. Aprender a vivir el presente, el aquí y el ahora, sin estar preso del pasado, ni estar preocupado por probables consecuencias que puedan aparecer en el futuro. Y finamente, salir adelante dejando atrás la ansiedad.
Decía Fritz Perls, fundador de la psicología Gestalt, “la angustia es el resultado de alejarse del ahora.” Mientras estás atrapado con tus fobias, no estás disfrutando lo que te está pasando. El estrés y la ansiedad se derivan de estar pensando en algo que sucedió en el pasado o de intentar prever lo que puede suceder en un futuro, despreciando el presente que es el instante en el que realmente estás viviendo. El pasado, pasado está, y no puedes volver atrás a enmendarlo, y el futuro está preñado de pensamientos imaginarios y situaciones hipotéticas.
La ansiedad es una molestia preocupante, apoyándote en profesionales y adoptando otro punto de vista, puedes dejarla atrás.