Esta semana he pasado mucho tiempo al sol, ya que estamos construyendo un pequeño parque para nuestros hijos en casa, en el jardín. Hemos encargo unos columpios a un herrero, luego hemos puesto un suelo acolchado también y lo hemos cerrado con unas cuerdas anchas y resistentes que compré en Cuerdas Valero para que así los niños no se saliesen de esa valla y poder estar nosotros tranquilos mientras ellos juegan. Pero tantas horas al sol hacen mella en la piel y con la radiación se producen manchas que no son nada estéticas, por no hablar de lo perjudiciales que son para la salud.
Y es que, como suelen decir los dermatólogos, la piel tiene memoria. Todos los daños que le vamos haciendo con el paso del tiempo se ven. Incluso lo que no son daños. Por ejemplo, si no la hidratamos ahora, sabemos que más adelante será una piel envejecida prematuramente, y el sol tiene gran parte de culpa en este sentido. Es por esto que tenemos que cuidarla muy bien y protegerla.
Lo principal que hay que hacer para que la piel esté cuidada, por encima de cualquier potingue que podamos echarnos y del precio de este, es hidratarla. Eso siempre. Y la hidratación tampoco va por el camino de las cremas, sino desde el interior. Tenemos que aprender a estar hidratados, a no esperar a tener sed para beber, y tomarnos al menos entre medio litro y dos de agua al día.
Y en cuanto al sol, tenemos que protegernos mucho. Es muy dañino para nuestra piel, por lo que siempre debemos ir con crema protectora. Y en la cara, es conveniente que esta sea al menos del factor 50. Muchos especialistas hablan de que por encima del 30 todas las cremas son iguales, pero si hay una pequeña diferencia, no debemos escatimar en este sentido y tratar de ponerla todos los días e incluso varias veces, ya que conviene renovar la capa para que haga efecto, porque desaparece fácilmente cuando nos lavamos la cara, nos damos besos o incluso nos sonamos los mocos.
Asimismo, la crema no es algo que tengamos que echarnos solamente en verano cuando vemos el sol aparecer en el horizonte. La radiación solar siempre está presente, incluso en los días más nublados de invierno. De hecho, si vamos a la nieve la notaremos todavía más, ya que esta hace un efecto reflectante y es posible incluso que nos afecte todavía más que en los días de estío.
Por otro lado, debemos olvidarnos de eso de que una vez que ya estamos morenos el sol no nos hace daño en la piel. Porque las radiaciones nos siguen afectando de la misma manera. Incluso, puede que más, ya que nos confiamos y nos desprotegemos, tanto la cara como el cuerpo, y a veces también la vista si no llevamos las gafas de sol adecuadas.
Por último, no podemos olvidarnos de evitar siempre las horas más fuertes de calor del día, aquellas en las que la radiación solar es mucho más peligrosa, y que la cabeza también sufre, especialmente la piel descubierta por la raya del peinado, por lo que es conveniente ponerse una gorra o un sombrero.
La incidencia del melanoma
Hay que pensar que el bronceado de la piel, si nos gusta vernos así en el espejo, es algo que dura unos días, pero que la piel es para siempre, nuestro compañero de viaje es nuestro cuerpo, y lo será hasta el final de nuestros días, por lo que debemos cuidarnos y evitar que, como ocurre en España, los cánceres de piel se hayan aumentado en los últimos años, especialmente por la excesiva exposición al sol y las subidas de temperatura. Y es que el melanoma, el cáncer de piel, es el tumor más frecuente, más incluso que los de mama, colon y próstata juntos. Y lo más sangrante de todo es que nadie debería morirse por un melanoma, ya que se trata de un cáncer que está a la vista.